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La Indiferencia

Siendo joven, leyendo la biografía de Martin Luther King, ese paradigmático líder de los derechos civiles de los Estados Unidos, me encontré con una frase suya que nunca he podido olvidar: “No me duelen los actos de la gente mala, me duele la indiferencia de la gente buena…”.
Este es un contundente aforismo, que he recordado a propósito de lo que acaba de suceder en Colombia con el triunfo del No en el referéndum que pretendía revalidar los acuerdos de paz entre el gobierno y la insurgente Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).
Sucedió que el 62% de la población colombiana se abstuvo de concurrir a las urnas, es decir, fueron indiferentes frente a una cuestión tan central como la guerra que vive ese país sudamericano, que lleva cincuenta y dos años en un enfrentamiento sangriento que ha matado a más de doscientos mil colombianos.

La indiferencia es una esquirla venenosa; es la concreción de la irresponsabilidad; es la abdicación de las virtudes humanas; es la expresión de la impasibilidad y el rostro del individualismo que caracteriza esta Era.
Es lo mismo que ocurre en San Juan frente a la pretensión de la explotación de las minas de oro. Muchos voltean la cara y se hacen indiferentes frente a un problema que amenaza la supervivencia de este valle y su gente.
Propongo que en San Juan, frente a la explotación minera, matemos la indiferencia, porque el agua es nuestro oro.